martes, 28 de abril de 2009

Pueblos abandonados III. Arquitectura negra

Umbralejo pertenece a los llamados pueblos negros de Guadalajara. Se llaman así por la utilización de la pizarra como principal elemento constructivo. Los propios aldeanos llaman a sus localidades los "pueblos del Dios de la noche" porque, según se refiere de padres a hijos, los hizo Dios en una sola noche, salpicándolos por las vertientes de la sierra atencina, y asi resultaron tan negros y tan desperdigados en sus elementos.

La construcción con pizarra es una técnica empleada tradicionalmente en algunas zonas españolas como la sierra de Ayllón, entre Guadalajara, Segovia y Madrid, y la sierra del Alto Rey, en Guadalajara, ya que se trata de un material abundante y, por otra parte, no era fácil disponer de materiales alternativos debido a las dificultades de comunicación de la zona.

Los pueblos son agrupaciones de escasos edificios, todos ello muy amplios, formados por vivienda y almacen o corral, por ser una zona de gran desarrollo ganadero. Carecen casi totalmente de trazado urbano, algunos de ellos no tienen ni plaza, se agrupan en pequeños barrios de cinco o seis casas, quedando entre ellos a veces incluso amplias praderas.

Las viviendas se adaptan a las duras condiciones climáticas, sobre todo, en invierno. Tradicionalmente, en la planta baja de las casas se integraban las dependencias para los animales domésticos y la zona de vivienda y la planta alta se utilizaba para reservas de alimentos, paja y leña que permitían sobrevivir los meses más crudos del invierno.

Las casas muestran ventanas muy pequeñas en las fachadas que dan al sur, para ventilar e iluminar la estancia. El resto de las fachadas quedan ciegas por no recibir apenas luz solar. Estas ventanas y la puerta de acceso se recuadran con grandes refuerzos de madera. La puerta se cubre por un pequeño tejado independiente o por la prolongación de la cubierta. Por ella se entra en el zaguán, solado con lajas de pizarra y provisto de poyos adosados a las paredes. Desde aquí se accede por un lado, a la cuadra, por otro, a los dormitorios; por unas escaleras se asciende al desván y como habitáculo central de la casa, está la cocina. Aparte de ser el lugar donde se preparan los alimentos, sirve como sala de estar, comedor y recibidor y, además en ella se encuentran el horno para el pan y la chimenea y es, también, donde se cura la matanza.

Podríamos decir que se trata de una "arquitectura de subsistencia", ligada a las necesidades de la población basada en la austeridad y la inteligencia en la explotación de los recursos. Los habitantes de esta comarca, cuando querían construir una casa cortaban un castaño de los montes comunales para preparar la “viga madre”, elemento estructural que simbólicamente aguantaba las dos plantas vivideras de la casa sobre la cuadra de la planta baja.
El árbol del que se sacaba esta viga era repuesto por otro castaño para permitir que la siguiente generación pudiera, a su vez, construirse su casa. Este es sólo un ejemplo, pero nos permite afirmar que el funcionamiento de estos pueblos se ajustaba bastante bien a la lógica de lo que hoy denominamos sostenibilidad, que se basa en la idea de que los recursos son limitados y por tanto, si se utilizan, hay que reponerlos.

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